En un contexto de hiperconectividad, donde quien posee un smartphone es un potencial emisor de información, surge un fenómeno que ha cobrado relevancia en los últimos tiempos: las fake news.
Por Gabriela Hernández. 02 agosto, 2021. Publicado en El Tiempo (Edición dominical)El doctor Tomás Atarama Rojas, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Piura, reflexiona acerca de las fake news, sus causas y potenciales peligros para la sociedad.
¿Qué son las fake news?
La traducción literal es noticias falsas, lo cual es una contradicción ya que una noticia o es verdadera o no es noticia. Lo adecuado sería hablar de desinformación o bulo. Sin embargo, la nomenclatura fake news se extendió por el uso constante que le dio el expresidente Donald Trump, cuando acusaba a un medio de manipulación informativa. Este término pasaría a formar parte de la discusión social, política y periodística. En castellano, hablamos de fake news para referirnos al fenómeno de la difusión de contenido intencionalmente falso.
¿A qué se debe que hayan cobrado relevancia?
La primera razón es el ecosistema mediático en el que nos movemos; hoy cualquier persona con un celular es capaz de emitir un mensaje a muchas personas. Así, todos nos convertimos en potenciales difusores de contenidos. La segunda razón es la necesidad natural de las personas de tener certezas frente a un contexto que le puede generar incertidumbre, como una enfermedad o unas elecciones. El miedo y la ansiedad pueden llevar a las personas a aceptar sin mayor filtro aquel contenido que resulta conveniente o que apela a nuestras emociones.
¿Cuáles han sido los principales temas de estas noticias falsas?
Las noticias falsas abordan una gran diversidad de temas y lo hacen desde muy variados formatos, sin limitaciones. Lo que sí se viene evidenciando es que, por el contexto que vivimos, han adquirido una gran relevancia las fake news relacionadas con la pandemia y con la política.
¿Qué consecuencias tiene la proliferación de noticias falsas relacionadas a temas sensibles?
La Organización Mundial de la Salud habla de infodemia para referirse a una sobreabundancia de información que incluye los intentos deliberados por difundir información errónea. En la infodemia no luchamos contra un virus, sino contra la mentira que daña nuestra mente y que también puede afectar nuestra salud al impulsarnos a tomar decisiones equivocadas. Las fake news tienen la particularidad de apelar fuertemente al lado emocional de las personas, con lo que evitan el filtro de razonabilidad que se impondría a un contenido en condiciones normales.
La pandemia fue un caldo de cultivo para las fake news…
Ante un virus desconocido que amenaza la vida, las fake news que prometen soluciones inmediatas suelen difundirse a una velocidad extraordinaria. La emoción impera en ese momento, no interesa juzgar críticamente esa posibilidad que aparece a modo de cadena en nuestro WhatsApp, sino que hay que compartirlo porque se podrían salvar vidas. Sin embargo, cuando se analiza con cuidado, se puede estar promoviendo prácticas que atenten contra la salud de las personas y que aumenten el riesgo.
¿Y qué hay del impacto de estas en la sociedad?
Las fake news, al alejar a un grupo de personas de la realidad, tienden a fomentar algunos fenómenos cada vez más dramáticos en nuestra sociedad, como la otrificación y la polarización. La otrificación implica dejar de ver en el otro a un prójimo, a alguien con quien dialogar, sino que se trata, a priori, de un enemigo a quien se debe atacar. La polarización, por su parte, lleva a quitar los naturales matices de la realidad para caer en un reduccionismo donde se encasilla a las personas en posturas normalmente contrarias.
Entonces, impiden empatizar y conectar con los demás…
Así es. La negación del pensamiento crítico y de la reflexión pausada llevan inevitablemente a un deterioro de la vida en comunidad. Las fake news son un fenómeno que genera un daño muy grave a las dinámicas sociales, porque sin información de calidad es imposible tomar decisiones acertadas. Además, esta dinámica rompe la confianza y, con ello, rompe la construcción de una verdadera comunidad. Sin confianza es imposible crear comunidad.
Facebook e Instagram, entre otras plataformas, han apelado al fact-checking para combatir la propagación de información falsa. Sin embargo, estas iniciativas han sido criticadas por considerarlas censuras a la libertad de expresión…
Es importantísimo defender la libertad de expresión; sin esta es imposible hablar de democracia y de defensa de derechos. Sin embargo, es incorrecto asociar estos mecanismos con atentados contra la libertad de expresión. De hecho, la mejor forma de defenderla es promoviendo y mejorando las dinámicas de fact-checking. No se trata de una censura, las personas pueden expresarse libremente y sin ninguna autorización, pero si se descubre que se está mintiendo, lo mejor para todos es que ese contenido se señale explícitamente como falso. Es una práctica normal y saludable en democracia.
¿Cómo podemos detectar una noticia falsa?
Es tarea compartida por la sociedad. A los ciudadanos corresponde estar siempre alertas y realizar, al menos, dos procesos. Primero, reflexionar sobre la naturaleza y fuente del contenido. Si el contenido llega a través de las denominadas cadenas, tiene una amplia posibilidad de ser intencionalmente falso y si no hay links a páginas web serias que lo respalden, habrá razón para desconfiar. Segundo, realizar una búsqueda de verificación. Se puede ingresar a Google y buscar más información sobre el contenido. Si no se arrojan varios resultados, es muy probable que sea falso.
¿Qué podemos hacer los usuarios de redes sociales para evitar caer en ellas?
En general, todos los usuarios debemos aprender a mirar con humildad y con juicio crítico la información, evitando caer en reduccionismos y procurando buscar la verdad, aunque esta pueda resultar incómoda a nuestra conveniencia emocional. Es muy importante también insistir en la cada vez más necesaria educación mediática. Hoy resulta más necesario que nunca enseñar a los ciudadanos a moverse en un mundo inundado de contenidos, donde muchos de ellos pueden ser falsos.